miércoles, 26 de marzo de 2014

Sí, tengo remedio

Que no hay poronga que me venga bien,
dicen.
Pero hay, sí que hay.

¿Qué culpa tengo yo de la vergüenza,
de lo imposible,
del tiempo y la distancia
y los gustos de cada quién?

Pero no me digan que no hay.

Una caricia más perdida que la de la Storni

El gesto trunco de una mano quieta
La inercia que levanta mis dedos
como hilos de una marioneta
pero cortados.

Nadie me mueve
nadie me llama
y tu cara tu espalda
no tienen el poder suficiente
para que diga otra cosa.






Alfonsina Storni

La caricia perdida






Se me va de los dedos la caricia sin causa,
se me va de los dedos... En el viento, al pasar,
la caricia que vaga sin destino ni objeto,
la caricia perdida ¿quién la recogerá?

Pude amar esta noche con piedad infinita,
pude amar al primero que acertara a llegar.
Nadie llega. Están solos los floridos senderos.
La caricia perdida, rodará... rodará...

Si en los ojos te besan esta noche, viajero,
si estremece las ramas un dulce suspirar,
si te oprime los dedos una mano pequeña
que te toma y te deja, que te logra y se va.

Si no ves esa mano, ni esa boca que besa,
si es el aire quien teje la ilusión de besar,
oh, viajero, que tienes como el cielo los ojos,
en el viento fundida, ¿me reconocerás?


lunes, 24 de marzo de 2014

Inmutabilidad de lo mutable

No quiero que se esconda el sol.
Ni que amanezca.

No quiero que salga la luna.
Ni dejar de verla.

Me angustia el paso el recorrido
que termine este día que venga otro.
Me hace ruido la cabeza cuando trato
de entender
de no sufrir
de no tener miedo de llorar
cuando estoy siendo feliz.

Antidomingo

Ayer fuimos con Valeria y Gabo al Antidomingo de Espacio Oliverio Girondo.
Las lecturas de poesía siempre me producen una cosa de qué lindo y qué feo a la vez. Me gusta lo de los poetas en comunidad y la lectura en voz alta, me incomodan las frases hechas, los lugares comunes, las pequeñas mezquindades. (Los chismes son el puente entre ambas sensaciones encontradas, je)
Vale y Gabo son unos genios y su cariño, lo cómoda que me siento con ellos me alegraron mucho la tarde. El barrio casi otoñal, el café y mi franosequé en la vereda, el espacio Oliverio que tan feo se veía de afuera y tan lindo es de adentro.
Leyeron Jorge Aulicino, Irene Gruss y Mería Belén Aguirre. Para mí todas las flores se las llevó la Gruss con su malhumorada alegría, sus puteadas, sus improvisaciones jocosas sobre la tinta de su impresora y su viaje a la costa y algún premio que no recibió.
Lo más de lo más de lo más fue ver entrar por la puerta, yo sentadita en primera fila, a Rubén Reches. No lo veía desde hace 20 años, nos habíamos escrito y prometido y yo había confesado aquí mismo mi amor adolescente pro mi profe de francés poeta. No supe si saludarlo o no, me acerqué pensando que me le iba a sentar delante hasta que se diera cuenta de quién era yo. No hizo falta: apenas toqué su mesa, me sonrió como siempre, me saludó con nombre y apellido y se puso a bromear de esa forma en que una nunca sabe qué es en serio y qué en joda. Un placer: el mes que viene lee él. Y allí estaremos.
Le regalé un Tren a Rubén Reches y otro a Ruben González, organizador del evento.